sábado, marzo 25, 2006
Residencia Campos Verdes
Lo que más la incomoda es el borde del pañal. La raspa todo el tiempo, se le clava en la piel seca y la lastima, la despelleja. Aparte nunca se lo cambian a tiempo, siempre tiene que esperar dos o tres horas hasta que se dan cuenta del líquido porque rebalsa y empieza a teñir de amarillo las sábanas.
Y la vergüenza. Porque comparte la pieza, y porque las demás no usan esos humillantes pañales. Les dan chatas, y ellas se tapan y hacen. Es gracioso verlas escondidas como patéticos fantasmas bajo las colchas, haciendo un tíntíntín pudoroso. Pero por lo menos se valen por ellas mismas.
Y esa papilla asquerosa. Coma, abuela, tiene muchas vitaminas, le dice la enfermera. Para eso, píldoras picadas y remedios que no remedian nada. Y las siete pastillas diarias en un vasito blanco, chiquitito. Ni eso puede hacer sola. Le tiemblan tanto las manos que se le caen y, si bien Gabriela no le dice nada, ella puede ver que pone cara de fastidio y las levanta. Es un amor, Gabrielita. Le hace acordar a su nieta, más ahora que hace como tres meses que no la ve. Debe estar estudiando mucho, por eso todavía no ha podido venir.
Y los olores. A limpio, a lavandina y desinfectante, a viejo, a metal y a frío. Justo a ella, que tiene una nariz tan delicada, tener que tocarle caer acá, con estos aromas pestilentes. No la dejan usar Heno de Pravia, porque dicen que le escama la piel. En vez, le ponen una crema con iodo que apesta. Es una picardía, mejor es meterse en el mar de Necochea cuando hay marea roja y dejar que el iodo natural te bañe. Pero andá a saber cuándo la van a dejar ir a la playa, si a veces ni siquiera la dejan salir al patio…
Y la televisión. Ya no ve muy bien, ni de cerca ni de lejos, pero por lo menos antes le podía pedir a Santiaguito que cambie el canal y ponga el Volver, y escuchaba las películas viejas que ya se sabía de memoria. Acá siempre tienen puesto ATC, y a veces los demás hacen tanto ruido, se ríen tan fuerte, gritan tanto que no dejan escuchar nada. Antes podía agarrar un libro y entretenerse sola, ahora le tiene que pedir a Gabrielita que le lea y le da pudor. Sabe que tiene otras cosas que hacer, no la quiere molestar. Pero es difícil estar todo el día como una estatua, viendo pasar el tiempo, haciendo nada. Se siente medio inútil, no la dejan tejer porque dicen que se puede lastimar con las agujas, no la dejan tomar su té de darjeeling porque dicen que le quita flora intestinal, no puede ni bordar porque dicen que fuerza la vista y así la va a terminar perdiendo del todo.
Y lo más irónico de todo es que cuando la despertaron aquel día para decirle que la iban a llevar a un lugar mucho más cómodo que la casa de dos pisos que compartía con su hijo, su nuera y sus nietos; aquella casa de la que conocía sólo la planta baja porque estaba muy débil como para subir las escaleras, esa mañana le dijeron "Noni, vas a estar mucho mejor cuidada, te van a atender como una reina, vas a tener todas las comodidades, toda la gente a tu disposición, y nosotros te vamos a ir a visitar todos los días". Y ella no atinó a explicarles que no precisaba mucho, que se arreglaba con lo que había en su hogar, que no hacía falta que la llevaran a ningún lado, que lo que mejor le hace al espíritu es sentirse parte de una familia, que no quería ser una carga, pero tampoco una de esas viejitas olvidadas en un geriátrico, que terminan de vivir sin pena ni gloria, que mueren por un escape de gas, o un incendio fortuito, o que exhalan el último suspiro quedo en una cama impersonal, en un cuarto impersonal, rodeadas de impersonas.
Tonight's song: Agoraphobia - Incubus. Best served with: live fast, die young.
Y la vergüenza. Porque comparte la pieza, y porque las demás no usan esos humillantes pañales. Les dan chatas, y ellas se tapan y hacen. Es gracioso verlas escondidas como patéticos fantasmas bajo las colchas, haciendo un tíntíntín pudoroso. Pero por lo menos se valen por ellas mismas.
Y esa papilla asquerosa. Coma, abuela, tiene muchas vitaminas, le dice la enfermera. Para eso, píldoras picadas y remedios que no remedian nada. Y las siete pastillas diarias en un vasito blanco, chiquitito. Ni eso puede hacer sola. Le tiemblan tanto las manos que se le caen y, si bien Gabriela no le dice nada, ella puede ver que pone cara de fastidio y las levanta. Es un amor, Gabrielita. Le hace acordar a su nieta, más ahora que hace como tres meses que no la ve. Debe estar estudiando mucho, por eso todavía no ha podido venir.
Y los olores. A limpio, a lavandina y desinfectante, a viejo, a metal y a frío. Justo a ella, que tiene una nariz tan delicada, tener que tocarle caer acá, con estos aromas pestilentes. No la dejan usar Heno de Pravia, porque dicen que le escama la piel. En vez, le ponen una crema con iodo que apesta. Es una picardía, mejor es meterse en el mar de Necochea cuando hay marea roja y dejar que el iodo natural te bañe. Pero andá a saber cuándo la van a dejar ir a la playa, si a veces ni siquiera la dejan salir al patio…
Y la televisión. Ya no ve muy bien, ni de cerca ni de lejos, pero por lo menos antes le podía pedir a Santiaguito que cambie el canal y ponga el Volver, y escuchaba las películas viejas que ya se sabía de memoria. Acá siempre tienen puesto ATC, y a veces los demás hacen tanto ruido, se ríen tan fuerte, gritan tanto que no dejan escuchar nada. Antes podía agarrar un libro y entretenerse sola, ahora le tiene que pedir a Gabrielita que le lea y le da pudor. Sabe que tiene otras cosas que hacer, no la quiere molestar. Pero es difícil estar todo el día como una estatua, viendo pasar el tiempo, haciendo nada. Se siente medio inútil, no la dejan tejer porque dicen que se puede lastimar con las agujas, no la dejan tomar su té de darjeeling porque dicen que le quita flora intestinal, no puede ni bordar porque dicen que fuerza la vista y así la va a terminar perdiendo del todo.
Y lo más irónico de todo es que cuando la despertaron aquel día para decirle que la iban a llevar a un lugar mucho más cómodo que la casa de dos pisos que compartía con su hijo, su nuera y sus nietos; aquella casa de la que conocía sólo la planta baja porque estaba muy débil como para subir las escaleras, esa mañana le dijeron "Noni, vas a estar mucho mejor cuidada, te van a atender como una reina, vas a tener todas las comodidades, toda la gente a tu disposición, y nosotros te vamos a ir a visitar todos los días". Y ella no atinó a explicarles que no precisaba mucho, que se arreglaba con lo que había en su hogar, que no hacía falta que la llevaran a ningún lado, que lo que mejor le hace al espíritu es sentirse parte de una familia, que no quería ser una carga, pero tampoco una de esas viejitas olvidadas en un geriátrico, que terminan de vivir sin pena ni gloria, que mueren por un escape de gas, o un incendio fortuito, o que exhalan el último suspiro quedo en una cama impersonal, en un cuarto impersonal, rodeadas de impersonas.
Tonight's song: Agoraphobia - Incubus. Best served with: live fast, die young.