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martes, marzo 07, 2006

Live from the Office 

En la mayoría de los trabajos que se desarrollan en una empresa, se repiten los personajes que hacen de nuestro día laboral un infierno ardiente de vacuedad y miseria, que hacen que miremos el reloj con ojos desesperados y que consideremos seriamente tirarle dos gotas de cianuro al café lavado de la máquina, que, según dicen, alberga cucarachas. Aquí están, estos son:

El Presidente de la empresa

Es un ente que vigila todo, que todo lo sabe, pero desde su Edén, que queda dentro de Ayres del Pilar Country Club. Es decir, nunca lo viste en persona, nunca hablaste ni una palabra con él, de pedo sabés cómo se llama. Es el dueño de todo el edificio, de cada ganchito, cada hoja y cada birome que querés amarrocar para que tu hijo lleve al colegio. Después de mucho tiempo trabajando en ese lugar, comenzás a creer que es Dios y le rezás a la foto que hay en el hall, le prendés velas y escribís una oración personal para que te aumente el sueldo y llegues a fin de mes. Refuerza tu fe el hecho de saber que cada secretaria pulposa que pasó por su despacho (siempre vacío, por supuesto) ahora vive una cómoda existencia en un piso de Ugarteche y Las Heras. Según palabras de las afortunadas, "es como si me hubiera tocado una varita mágica" (de carne, claro).

El gerente de tu área

Generalmente es un cincuentón de nariz bulbosa y sienes encanecidas que se va de vacaciones y vuelve negro caribe, con tres laptops, dos cámaras digitales y cinco reproductores de mp3. Se viste de riguroso traje, combinando corbatas que deben costar cinco sueldos tuyos. Se hace el amigo de todo el mundo, porque hizo un curso de motivación laboral y cree que eso aumentará la productividad. Lo que no sabe es que cada vez que te da una palmada en la espalda te abolla el pulmón, con el peso del anillo de platino que tiene en su gordo anular. En su oficina (la única que da al río, la única con vista al exterior) seguramente tenga una minicanchita de golf, en la que todos los días practica y probablemente le enseñe a su secretaria a tirar, apoyándosela sin miramientos. Hablando de secretaria…

La secretaria del gerente de tu área

Rubia de mentira, pelo eternamente planchado y trajecitos sastre color camel, beige o blanco en verano; rojo, chocolate o negro en invierno; siempre luce generoso escote y cortas faldas, aunque afuera hagan 20 grados bajo cero. No sabe sumar, no sabe leer la hora en un reloj con agujas y de pedo aprendió a escribir, pero viejo, cómo la chupa! La única diferencia con una muñeca inflable es que la muñeca no habla tantas pelotudeces y tiene menos plástico en el cuerpo.

El subgerente de tu área

Es un maldito esbirro que copia todo lo que hace su ídolo máximo, el gerente. Es decir, se viste con los mismos trajes y corbatas (pero lo que su jefe compra en Armani, él lo compra en C&A); toma el café de la misma manera, hasta habla como él y te palmea la espalda cuando mean juntos en el baño, cosa de no quedar atrás en el coaching. Es el mismo tipo que agarra la carpeta donde está la planilla en la que laburaste cuatro meses sin parar, hasta las doce de la noche, y la presenta a
las altas esferas como si fuera trabajo suyo, recibiendo jugosos premios a fin de año. Es el mismo tipo que se autoinvita a los afteroffice y bananea a más no poder, pidiendo tragos cool y mintiendo que "tengo 20 personas a cargo", cuando en realidad no puede ni mantener vivo a un potus. Si tu gerente es una escoria, esto es la copia berreta. No podría ser peor.

Bajando un par de escalones en la escala jerárquica, encontramos a una extensa gama de colegas, coworkers… tus compañeros de trabajo:

El copado

Siempre está de buen humor, te saluda con un abrazo y te ayuda en lo que pueda. Su optimismo enfermo y su sonrisa Colgate no podrían ponerte de peor ánimo, porque, en contraste, vos sos un muñeco de cera con ojeras y la cara verde de tanto mate amargo. El pibe es hijo de un juez de la Corte Suprema, el padre le compró la casa y le banca las vacaciones, y para él, el trabajo es un juego. Como todos conocen su posición, lo dejan hacer. Así, todos los mocos que se manda porque se distrae en la página de poda de bonsai en Internet, los tenés que arreglar vos. Es claro que no vas a recibir un puto mango de premio, no?

El boludo

Nació lelo y morirá lelo. Nadie sabe bien por qué lo contrataron, porque de lástima acá no se da nada. El flaco no pega una, se equivoca en cada cosa que le encomiendan y siempre terminan sentándolo al lado tuyo, para que "trabajen en equipo, que es la clave del éxito". Manzana, el pibe se la pasa sacándose cera de las orejas con la gomita del lápiz y haciendo cadenas laaaargas de clips, mientras vos tratás de que los ojos no se te caigan de las órbitas por pasar 72 horas seguidas adelante del Excel. No, tampoco vas a recibir premio por esto, porque la guita que te correspondería la guardan por si algún día el flaco se ahoga tomando un café o deja de respirar porque se olvidó, y se comen un juicio de la puta madre.

El garca

Tiene una voz nasal y molesta, y un chamuyo increíble. Probablemente haya algún antecedente de reptilismo en su familia, porque de otra manera no se puede entender que tenga la lengua bífida y los ojos acostumbrados a mirar sospechosamente a los costados. Es el tipo que te pide plata para pagar el almuerzo, y nunca te la devuelve. El que te pide prestada tu resma de hojas a4 y se la lleva a la casa para imprimir los trabajos prácticos de la nena. El que te hace entrar en un negociado raro para poder desviar un centavo por año de las arcas de la empresa, alegando que "en pocos años vamos a ser ricos!" y vos le creés, porque sos medio pelotudo, digamos la verdad. Al menor atisbo de que se va todo a la mierda, será el primero que te apuntará, echándote la culpa de todo y murmurando por lo bajo "Nunca confié en ese tipo, no tiene puesta la camiseta de la empresa". Probablemente termine asesinado por uno de tus compañeros, harto de que lo forree.

El golondrina

Necesita la guita para comprarse la moto, y no le importa nada más. Lo toman a prueba por tres meses, en los cuales hace lo mínimo indispensable para justificar su sueldo, y después se va, dejándote un quilombo de papeles y facturas impagas que te va a demandar tres semanas de horas extras. Mientras está en la empresa, pasa las horas tomando café, jugando al solitario y chateando por Messenger, con una planilla en la barra de tareas, por las dudas venga el jefe y lo vea pelotudeando. El último día robará cuanta birome, block y adornito haya en su escritorio y escritorios aledaños, alegando que "lo mínimo que me merezco, después de que estos hijos de puta no me ponen en blanco".

El que baja porno de Internet

Es regordete, grasiento y se viste con pantalones sueltos que le marcan el bulto, siempre parado. Si querés bajar mail, no vas a poder. Si querés chequear alguna información, tampoco vas a poder. El pibe se está bajando la Internet íntegra, en pocos meses no va a dejar nada. En su computadora hay dos planillas de Excel, un documento de Word y 60 gigas de videos de cualquier tipo: desde hetero, hasta lesbianismo, hasta sexo con dálmatas y con enanos vestidos de hipopótamos que se
pegan con alambres de púa, el flaco tiene una videoteca digna de Hugh Heffner. Se patina el sueldo en suscripciones a los sitios XXX, y siempre está pidiendo adelanto. Nunca le niegan nada porque encima el muy pirata le graba DVDs al subgerente, y se los cobra al precio de costo. Por un lado lo odiás, y por el otro lo envidiás: te tendrías que haber dado cuenta antes del negoción que te estabas perdiendo. De todas maneras, los viernes te deja ver un videíto, para que termines bien la semana.

El gato barato

Es una mina que de pendeja debía haber sido bastante linda, pero que ahora es una Cris Morena recauchutada. Raíces negras, pelo oxigenado, uñas largas como garras, boca rojo furioso (con un poco de labial en los dientes, por qué no) y eterna obsesión por el animal print y las plataformas. Cuando se sienta se le nota la tanga, cuando se levanta se le ve el borde del corpiño, cuando se ríe se le escapa un maullido; tiene un cuerpo medio baqueteado pero muy generoso en sus partes
nobles, lo cual hace que cualquier persona que labura en tu box se la quiera cojer (y qué querés, si los flacos no la ponen desde hace un año, cuando volvían antes de las tres de la mañana a su casa). Te saluda con un beso en la comisura de los labios, usa perfumes truchos que marean de lo fuertes y no pone reparos en comentar sus aventuras sexuales del miércoles pasado, cuando se montó al de Marketing del segundo piso y lo dejó de cama. Es más ordinaria que ojotas con medias, pero es la única mina pasable, después de la inabordable secretaria del gerente.

Los calientes

Empleados en su treintena de años, con sendos matrimonios y departamentos de dos ambientes, que vienen a descubrir en la oficina a su verdadera media naranja. Se mandan mails candentes, viven charloteando palabras melosas por Messenger y se encuentran en un lugar supersecreto (que conocen todos, por supuesto: el cuarto de
limpieza) para prodigarse cariñosos mimos y alguna que otra buena volteada. Resulta gracioso verlos volver a sus cubículos con las mejillas rosadas y finas gotas de sudor en sus frentes. Si el hombre tiene barba, la mujer retorna con la boca irritada y el peinado deshecho. Las medias de nylon se le corren siempre al mediodía, y cuando almuerza come como lima nueva. Y claro, después del polvo quién no se zampa una grande de muzzarella…No, no la blanquearán nunca. Mientras tanto, si los necesitás sabés dónde encontrarlos. Llevá una manguera con agua fría por las dudas, porque va a ser difícil despegarlos.

El oráculo

Es el empleado con más antigüedad de la empresa, lo que no garantiza conocimiento (después de treinta años trabajando en el mismo lugar, uno supondría que ya lo tendrían que haber ascendido, pero no). Es el único que sabe cómo se hacen las cosas, porque "Pibe, yo hace treinta años que estoy acá… ví cada cosa…". No, no sabe prender la computadora y le tiene que pedir a Silvita que le mande el mail, porque el papel donde tenía escrita la contraseña lo usó de servilleta. Al margen de
su desconexión sideral con la tecnología, sabrá siempre la mejor manera de realizar un trabajo; aunque esto implique calcular con ábaco "porque esas raras calculadoras nuevas" no le generan confianza. Ya estás pensando en elevar una petición al Congreso para que lo declaren Patrimonio Natural de la Humanidad y lo consideren finalmente como el ficus obsoleto que es, pero faltan juntar varias firmas todavía.

El novato cagón

Es un pichón de persona, tiene 18 años, la cara llena de pecas y una inseguridad que amenaza con hacerlo recluir en una caja de cartón y no salir nunca más. Solicita permiso hasta para ir al baño, no tiene idea de cómo se hacen las cosas y para pedirte que le enseñes se toma unos cómodos 15 minutos, entre tartamudeos, sudores fríos y pedidos de disculpas por hacerte perder el tiempo. Tiene terror de meter la pata, tipea como si cada tecla fuera de cristal Swaroski y todavía no juntó coraje para tomarse un café, pensando que ese es privilegio de los que trabajan hace más de dos días en la oficina. Es la mascota preferida del oráculo, porque es el único que le puede dar bola sin dormirse o mandarlo a freir churros.


Finalmente, encontramos a esos trabajadores esporádicos, que saben iluminar nuestras semanas con sus ansiadas visitas. Ellos son:


La señora que limpia

De probable nacionalidad paraguaya, boliviana o similar, con visibles antepasados indígenas, la señora que limpia es cabulera y muy religiosa. Lleva su uniforme rosa con dignidad, rematándolo con medias grises y alpargatas negras, tapando sus altamente desarrollados gemelos y sus várices gruesas como soga de barco. Es buena onda, pero no hay un puto día que no te desacomode el escritorio, te ponga las carpetas en el último cajón, donde jamás las encontrarás, y te limpie el monitor con ese líquido que te lo deja todo borroso, haciéndote volver chino para entender un número. Tiene 18 hijos y 26 nietos, vive en la loma del orto y más de una vez se quedó con el vuelto del almuerzo que dejaste al lado del mouse. Nunca le dijiste nada, claro, si con la fuerza que tiene de levantar baldes llenos de agua te surte
una trompada que te deja mormoso.

El técnico de las computadoras

Le falta la capa roja y un logo con una T grande en el pecho. Viene con su maletín, con aire de suficiencia, y te corre a un lado sin pedirte permiso, mientras larga un bufido que significa "doce años entre colegio industrial y UTN para terminar activándole un antivirus a este repelotudo". Para vos, que lo ves de afuera, el tipo es mago. Salen chispitas blancas de sus dedos mientras teclea dos comandos en el MSDOS y hace que tu computadora deje de mostrar una pantalla gris. Lo malo es que, no importa lo que haya atacado a la máquina, jamás podrá recuperar los datos que necesitás para la presentación que tenés dentro de 15 minutos. Lo escuchás hablar y parece de otro planeta, tirándote siglas inentendibles y preguntas ultratécnicas a las que vos contestás con un "mmh, claro, por supuesto, creo que estaba en la carpeta de… no te quiero mentir, pero me parece haberlo visto… no, te juro que de los Settings no toqué nada…". La pregunta más temida: "Negro, ¿cómo no backupeaste? Ahora no se puede hacer nada…".

Después de soportar estóicamente toda esta fauna increíble, al final del día, mirás la foto de tus hijos y, como Homero Simpson, le das para adelante. Lo hacés por ellos, sólo porque cuando te jubiles son los únicos que podrán pagarte un geriátrico decente. ¿No ves que no sos ningún boludo? Esa empresa todavía no se dio cuenta del potencial que hay en vos.

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