miércoles, febrero 15, 2006
Mar de los Chantas
En un nuevo emprendimiento que pretende emular al exclusivo reducto de gente dineroportante que es Cariló, se ha establecido un asentamiento alejado del bullicio y la grasitud costera encarnada en la ciudad balnearia de Villa Gesell.
Este ambiente oclusivo y cerrado ha dado en llamarse Mar de las Pampas.
Permítaseme explicar desde qué punto he de basarme para discurrir en opiniones que no verán eco en usted, porque probablemente las sensaciones que suscite este country de arena me persigan sólo a mí.
Soy asidua veraneante de Villa Gesell. Lo he sido desde el año de vida, y no ha pasado un verano que no haya ido, aunque sea un par de días. Lo he visto cambiar de forma, he presenciado la maravillosa evolución de kiosko a galletitería a panadería a bazar a locutorio a internet banda ancha y msn. He asistido a playas que eran desiertas, pura arena y mar, médanos y algún que otro matorral dando la nota de color; que ahora son paradores top donde la gente top de Gesell realiza sus deportes extremos y se pasea con sus lentejuelas por los caminitos de madera.
Es verdad, no es lo mismo. No es el paraíso de pinos y eucaliptos y pájaros que era antes. No tiene esa cosa medio hippie de salir en chancletas al atardecer y tomarse un mate en la esquina de casa, que para ese entonces era pura lomita protegida por árboles tan altos como añosos.
Quizás por eso hubo gente que hasta no hace mucho eligió recluirse en la alejada zona de Mar de las Pampas. En ese entonces sólo existía la hostería Viejos Tiempos, con su conocida casa de té, y alguna que otra casa perdida entre la pinocha. No había autos, no había carteles indicando avenidas, no había ni un almacén, ni una despensa, ni una proveeduría. Si vivías ahí, indefectiblemente tenías que viajar hasta Gesell para aprovisionarte. Un refugio para solitarios y ermitaños, para gente que respira sólo aire con aroma a bosque, que junta piñas para el hogar (impensable el gas natural y las estufas, por supuesto). A mí me fascinaba, esa cosa de estado virgen, de lugar real, perdido, un secreto que pocos conocían.
Este año fui a Mar de las Pampas otra vez, para ver qué había quedado de todo eso; para cambiar un poco de entorno, dejar el mar de adolescencia que es la avenida tres de lado y caminar.
Y no. No puede ser que todo lo descripto más arriba se haya transformado en esto. Un enjambre de autos estacionados, todos último modelo, 4x4, Audis, BMWs, Merceditas. Todos ocupando las calles de arena, como apilados por un chico apurado por irse al mar, así nomás. Casas esparcidas por acá y por allá, grandes palacetes y mansiones imitando pobremente el estilo inglés, ladrillo a la vista, bow windows y tejas negras, mucho ventanal y jardín de jardinero, no de habitante de la casa. Terrenos chicos, poco parque, poco espacio. Poco aire. No había casi nadie en la calle. No sé quiénes trajeron tantos vehículos, entonces. Deben ser todos fantásticos.
Y lo que era el centro de Mar de las Pampas, un centro meramente geográfico que no tenía absolutamente nada más que verde, es ahora un bonito complejo prefabricado que se divide en paseos. Paseo del Duende, Paseo de las Hadas, Campiña de los deseos, Sendas del Encuentro, Paseo de los Rosales, Paseo de la Comarca e infinidad de nombres marketineros pedorros con investigaciones de mercado atrás, tallados en madera lustrosa, en troncos de mentira. Piedras sacadas de algún lugar que se quedó sin piso, vidrieras impecables y consumismo en un shopping a cielo abierto que tiene la pretensión de querer camuflarse con el background, de querer parecer "natural", como si hubiera surgido allí de la noche a la mañana, como una plantita. Los comercios se repiten con una monotonía carente de toda lógica, en un reducido espectro que comprende talabarterías, regalos de cerámica (con forma de duende, por supuesto), los consabidos y siempre vigentes "objetos de diseño" en vidrio soplado (desde platos hasta floreros hasta tapas de inodoro) y casas de vestimenta outdoor (léase Timberland, Columbia Sportswear, Rever Pass, Reef and so on).
Entonces recuerde, querido lector: si le agarra hambre a la mitad de la tarde, acuda a su paseo comercial amigo y cómprese un lindo chaleco de cuero de vaca para masticar con el mate.
Tonight's song: Ya me voy - Árbol. Best served with: vacaciones en la pelopincho de tu patio.
Este ambiente oclusivo y cerrado ha dado en llamarse Mar de las Pampas.
Permítaseme explicar desde qué punto he de basarme para discurrir en opiniones que no verán eco en usted, porque probablemente las sensaciones que suscite este country de arena me persigan sólo a mí.
Soy asidua veraneante de Villa Gesell. Lo he sido desde el año de vida, y no ha pasado un verano que no haya ido, aunque sea un par de días. Lo he visto cambiar de forma, he presenciado la maravillosa evolución de kiosko a galletitería a panadería a bazar a locutorio a internet banda ancha y msn. He asistido a playas que eran desiertas, pura arena y mar, médanos y algún que otro matorral dando la nota de color; que ahora son paradores top donde la gente top de Gesell realiza sus deportes extremos y se pasea con sus lentejuelas por los caminitos de madera.
Es verdad, no es lo mismo. No es el paraíso de pinos y eucaliptos y pájaros que era antes. No tiene esa cosa medio hippie de salir en chancletas al atardecer y tomarse un mate en la esquina de casa, que para ese entonces era pura lomita protegida por árboles tan altos como añosos.
Quizás por eso hubo gente que hasta no hace mucho eligió recluirse en la alejada zona de Mar de las Pampas. En ese entonces sólo existía la hostería Viejos Tiempos, con su conocida casa de té, y alguna que otra casa perdida entre la pinocha. No había autos, no había carteles indicando avenidas, no había ni un almacén, ni una despensa, ni una proveeduría. Si vivías ahí, indefectiblemente tenías que viajar hasta Gesell para aprovisionarte. Un refugio para solitarios y ermitaños, para gente que respira sólo aire con aroma a bosque, que junta piñas para el hogar (impensable el gas natural y las estufas, por supuesto). A mí me fascinaba, esa cosa de estado virgen, de lugar real, perdido, un secreto que pocos conocían.
Este año fui a Mar de las Pampas otra vez, para ver qué había quedado de todo eso; para cambiar un poco de entorno, dejar el mar de adolescencia que es la avenida tres de lado y caminar.
Y no. No puede ser que todo lo descripto más arriba se haya transformado en esto. Un enjambre de autos estacionados, todos último modelo, 4x4, Audis, BMWs, Merceditas. Todos ocupando las calles de arena, como apilados por un chico apurado por irse al mar, así nomás. Casas esparcidas por acá y por allá, grandes palacetes y mansiones imitando pobremente el estilo inglés, ladrillo a la vista, bow windows y tejas negras, mucho ventanal y jardín de jardinero, no de habitante de la casa. Terrenos chicos, poco parque, poco espacio. Poco aire. No había casi nadie en la calle. No sé quiénes trajeron tantos vehículos, entonces. Deben ser todos fantásticos.
Y lo que era el centro de Mar de las Pampas, un centro meramente geográfico que no tenía absolutamente nada más que verde, es ahora un bonito complejo prefabricado que se divide en paseos. Paseo del Duende, Paseo de las Hadas, Campiña de los deseos, Sendas del Encuentro, Paseo de los Rosales, Paseo de la Comarca e infinidad de nombres marketineros pedorros con investigaciones de mercado atrás, tallados en madera lustrosa, en troncos de mentira. Piedras sacadas de algún lugar que se quedó sin piso, vidrieras impecables y consumismo en un shopping a cielo abierto que tiene la pretensión de querer camuflarse con el background, de querer parecer "natural", como si hubiera surgido allí de la noche a la mañana, como una plantita. Los comercios se repiten con una monotonía carente de toda lógica, en un reducido espectro que comprende talabarterías, regalos de cerámica (con forma de duende, por supuesto), los consabidos y siempre vigentes "objetos de diseño" en vidrio soplado (desde platos hasta floreros hasta tapas de inodoro) y casas de vestimenta outdoor (léase Timberland, Columbia Sportswear, Rever Pass, Reef and so on).
Entonces recuerde, querido lector: si le agarra hambre a la mitad de la tarde, acuda a su paseo comercial amigo y cómprese un lindo chaleco de cuero de vaca para masticar con el mate.
Tonight's song: Ya me voy - Árbol. Best served with: vacaciones en la pelopincho de tu patio.