jueves, febrero 23, 2006
The Ad One Out.
You stare at the blank "document 14.doc", untitled, of course, while the air conditioner keeps buzzing in the back of your neck.
Pensando una grafiquita para Sensodyne, crema dental odontológica para personas con dientes sensibles (las cremas dentales, o dentífricos, en criollo, ¿no son todas odontológicas? Si se usan en los dientes).
Pensás que tiene potencial, es un producto que te permite jugar mucho, por lo menos en el reducido universo de tu carpeta, porque ahí podés tirar ideas locas locas locas que el cliente probablemente jamás apruebe.
Pero claro, la carpeta es para vendérsela a un director creativo de pasados treinta, con jeans low cut Levi's y remera A+, Bensimon o similar, con estampado emulador de los ochenta y pelo rebelde, cuidadosamente despeinado. Entonces ahí sí, andate a la remierda, para que vean cuán lejos podés llegar con tu inventiva, y después ellos se encargarán de bajarte a la tierra y publicar una cagada impublicable; o publicar una buena idea tuya, adjudicándose los créditos de pastor de ovejitas creatas descarriadas y opiómanas, en el mejor de los casos.
Mientras tanto, en el Salón de la Justicia, Superman se coje a la Mujer Maravilla de parada, aunque esto le destruya paulatinamente los riñones, pero hey, esto es Argentina año 2006. Acá no mujeres creativas, sólo están las que comulgan la religión Sedal Verano Intense o las que regularizan su acontecer intestinal con Activia, o las que no se arrugan porque Karina Mazzocco las caga a trompadas. Los anuarios están repletos de gorditos creídos y flaquitos freakies posando con el último Globo de Pedo al lado del Gerente de Marketing de turno, lo suficientemente vivo para tener sus 4x4 y su casa en el country con mucama y labrador cama adentro; lo suficientemente idiota para dejarse vender como a un pequeño niño camboyano -no adoptado por celebridad de labios pulposos- una campaña que no dice nada, que no aporta nada, que ni siquiera "vende".
Todo esto sucede, amiguito, en el circo más rutilante de la historia, en el que una maravillosa jauría de perros rabiosos que se chupan el culo entre sí, entregándose premios a su loca creatividad, a su lime, a su zarpadez; que se agarran a dentelladas por atrás, en un coqueto y cool restaurante de Palermo Hollywood. Que llaman a sus filmaciones de menos de treinta segundos "películas", que cargan, pobrecitos, con el karma de ser directores de cine o escritores frustrados. Que cobran tres veces el sueldo de un médico, de un maestro de escuela rural; que llevan sus iPod repletos de música Tai&Celtic, Jazz&Cumbia, Azúcar Moreno remix y el cd más oscuro de Nick Cave.
Porque son especiales, son únicos, irrepetibles y patológicamente creativos. Sí, como una enfermedad. Han llegado a establecer que sufren de una obsesión, una compulsión por crear. Y el mejor remedio es, claro, un toletoletotal que involucra a una abuela con dientes postizos, dos sombrillas rojas, el 4 de Peñarol, Sergio Denis, un cerdo buscatrufas, una canción de Rita Pavone y conección a Internet banda ancha full $69,90 más IVA por mes. Espidificate, papá.
Lo peor de todo es la cruel, macabra maquinaria por la cual una persona formerly known as normal (o "civil", como los llamaba un profesor que tuve), encuentra su lugar en el oh so glamorous ad world. Tenés dos caminos de ladrillos amarillos, uno hecho de oro, otro hecho de azafrán con cianuro y Melatol, regulador del sueño.
Si transitás el primero, es porque papi lo pavimentó para vos y, de la noche a la mañana, estás haciendo comerciales para la cuenta familiar que oh casualidad, Alcoyana Alcoyana! maneja la agencia donde estás trabajando, aunque no hayas aprobado historia argentina en cuarto año y no sepas escribir bien tu nombre.
Si transitás el segundo, pequeño y pity-worthy mortal, es probable que te hayas licenciado en Publicidad, que hayas hecho terciarios y cursos y seminarios, que escribas decentemente y hasta que se te caigan una pera publicable o dos; pero tu papá no es dueño de la mitad de la Patagonia y no te va a poder ayudar, así que seguramente encalles en un estudio de diseño con great expectations, corrigiendo manuales y envases de comida para perros y escapándole a la siesta fácil de la poca guita segura que puedas amarrocar.
Ah, claro, si querías cobrar por tu trabajo en una agencia grande, olvídalo. Cómo, ¿nunca escuchaste hablar del "trainee"? Es el nombre que se le da a las personas que quieren laburar de esto, pero que no cobran por su trabajo hasta pasados los dos años de asistencia y retirada meritoria de las papas del fuego, ¿entendés? Es como si vos fueras chef y te tuvieran cocinando supremas Maryland, quemándote con el aceite de la banana frita desde las 9 de la mañana hasta las 12 de la noche; y que para pagarte el bondi de vuelta a tu casa, tuvieras que buscarte un laburo de estibador o recogedor de sustancias tóxicas del Pirovano de 00.30 a 8.30.
Entonces, nene, ¿por qué querés trabajar en publicidad?
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...Porque puedo hacer cosas tan tan tan creativas como ésta:
Shoot me in the head with a shiny Magnum, please.
Pensando una grafiquita para Sensodyne, crema dental odontológica para personas con dientes sensibles (las cremas dentales, o dentífricos, en criollo, ¿no son todas odontológicas? Si se usan en los dientes).
Pensás que tiene potencial, es un producto que te permite jugar mucho, por lo menos en el reducido universo de tu carpeta, porque ahí podés tirar ideas locas locas locas que el cliente probablemente jamás apruebe.
Pero claro, la carpeta es para vendérsela a un director creativo de pasados treinta, con jeans low cut Levi's y remera A+, Bensimon o similar, con estampado emulador de los ochenta y pelo rebelde, cuidadosamente despeinado. Entonces ahí sí, andate a la remierda, para que vean cuán lejos podés llegar con tu inventiva, y después ellos se encargarán de bajarte a la tierra y publicar una cagada impublicable; o publicar una buena idea tuya, adjudicándose los créditos de pastor de ovejitas creatas descarriadas y opiómanas, en el mejor de los casos.
Mientras tanto, en el Salón de la Justicia, Superman se coje a la Mujer Maravilla de parada, aunque esto le destruya paulatinamente los riñones, pero hey, esto es Argentina año 2006. Acá no mujeres creativas, sólo están las que comulgan la religión Sedal Verano Intense o las que regularizan su acontecer intestinal con Activia, o las que no se arrugan porque Karina Mazzocco las caga a trompadas. Los anuarios están repletos de gorditos creídos y flaquitos freakies posando con el último Globo de Pedo al lado del Gerente de Marketing de turno, lo suficientemente vivo para tener sus 4x4 y su casa en el country con mucama y labrador cama adentro; lo suficientemente idiota para dejarse vender como a un pequeño niño camboyano -no adoptado por celebridad de labios pulposos- una campaña que no dice nada, que no aporta nada, que ni siquiera "vende".
Todo esto sucede, amiguito, en el circo más rutilante de la historia, en el que una maravillosa jauría de perros rabiosos que se chupan el culo entre sí, entregándose premios a su loca creatividad, a su lime, a su zarpadez; que se agarran a dentelladas por atrás, en un coqueto y cool restaurante de Palermo Hollywood. Que llaman a sus filmaciones de menos de treinta segundos "películas", que cargan, pobrecitos, con el karma de ser directores de cine o escritores frustrados. Que cobran tres veces el sueldo de un médico, de un maestro de escuela rural; que llevan sus iPod repletos de música Tai&Celtic, Jazz&Cumbia, Azúcar Moreno remix y el cd más oscuro de Nick Cave.
Porque son especiales, son únicos, irrepetibles y patológicamente creativos. Sí, como una enfermedad. Han llegado a establecer que sufren de una obsesión, una compulsión por crear. Y el mejor remedio es, claro, un toletoletotal que involucra a una abuela con dientes postizos, dos sombrillas rojas, el 4 de Peñarol, Sergio Denis, un cerdo buscatrufas, una canción de Rita Pavone y conección a Internet banda ancha full $69,90 más IVA por mes. Espidificate, papá.
Lo peor de todo es la cruel, macabra maquinaria por la cual una persona formerly known as normal (o "civil", como los llamaba un profesor que tuve), encuentra su lugar en el oh so glamorous ad world. Tenés dos caminos de ladrillos amarillos, uno hecho de oro, otro hecho de azafrán con cianuro y Melatol, regulador del sueño.
Si transitás el primero, es porque papi lo pavimentó para vos y, de la noche a la mañana, estás haciendo comerciales para la cuenta familiar que oh casualidad, Alcoyana Alcoyana! maneja la agencia donde estás trabajando, aunque no hayas aprobado historia argentina en cuarto año y no sepas escribir bien tu nombre.
Si transitás el segundo, pequeño y pity-worthy mortal, es probable que te hayas licenciado en Publicidad, que hayas hecho terciarios y cursos y seminarios, que escribas decentemente y hasta que se te caigan una pera publicable o dos; pero tu papá no es dueño de la mitad de la Patagonia y no te va a poder ayudar, así que seguramente encalles en un estudio de diseño con great expectations, corrigiendo manuales y envases de comida para perros y escapándole a la siesta fácil de la poca guita segura que puedas amarrocar.
Ah, claro, si querías cobrar por tu trabajo en una agencia grande, olvídalo. Cómo, ¿nunca escuchaste hablar del "trainee"? Es el nombre que se le da a las personas que quieren laburar de esto, pero que no cobran por su trabajo hasta pasados los dos años de asistencia y retirada meritoria de las papas del fuego, ¿entendés? Es como si vos fueras chef y te tuvieran cocinando supremas Maryland, quemándote con el aceite de la banana frita desde las 9 de la mañana hasta las 12 de la noche; y que para pagarte el bondi de vuelta a tu casa, tuvieras que buscarte un laburo de estibador o recogedor de sustancias tóxicas del Pirovano de 00.30 a 8.30.
Entonces, nene, ¿por qué querés trabajar en publicidad?
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...Porque puedo hacer cosas tan tan tan creativas como ésta:
Shoot me in the head with a shiny Magnum, please.