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martes, noviembre 08, 2005

De Ferias, Kermesses y similares. 

Estas festividades, cuya duración por lo general es de un día o jornada, siguen sucediéndose sistemáticamente, sin perder un ápice de su convocatoria original. Teniendo simultáneamente competidores ultrafiesteros como la Creamfields, el Bue, el Personal Fest y tantos otros lugares para ir y perder el tiempo, las ferias populares mantienen a su encanto y a su target bien agarrados del estómago.

Tómese como ejemplo el Día del Inmigrante, cuyo festejo se realizó el pasado 30 de Octubre en Puerto Madero. En el predio del Hotel de los Inmigrantes, que funciona ahora como museo histórico, se plantaron muchísimas carpitas (aunque ahora la tendencia de diseño los llame gazebos, oh so cool), cada una representando a un país distinto. Así, Palestina estaba al lado de Serbia, Grecia al lado de Turquía y Eslovenia al lado de Italia, en un sano clima de aceptación multicultural.

Uno paga dos pesos, toma su lugar en una cola bastante importante, se registra y entra. ¿Qué es lo primero que ve? Gente vestida muy raramente. Túnicas de colores estridentes y trajes típicos abundan en el área (los trajes típicos de la mitad de los países se parecen peligrosamente, lo que nos hace pensar que todos descendemos de la misma modista sádica hija de una gran puta enferma del Tirol); se mezclan con cintas y telas representando a las banderas.

¿Qué es lo segundo que ve? Gente como uno, metiéndose a la fuerza en la boca un sandwich desproporcionado, un superpancho for export, una empanada abierta que tiene como relleno cucarachas al escabeche, y cerveza, mucha cerveza. Los olores se confunden y uno discierne, entre el barro, el pasto, la tierra y la mierda vieja, el aroma de las recetas típicas. Grasa, humo, caramelo, shawarma, leberwurst, klobasa, pisco chileno, mojito cubano, todo se incorpora al vaho, entre fétido
y apetitoso, que inunda como una nube todo el lugar.

De ahora en más no se trata de conocer otras culturas. Se trata de un desafío meramente personal, que consta de los siguientes objetivos fundamentales:

1. Pichulear la mayor cantidad posible de panfletos, flyers, revistitas, señaladores, folletos, fotos, postales, tarjetas y dibujos
infantiles de los stands, porque es GRATIS y porque si pagamos dos pesos, queremos algo a cambio.

2. Llevar en el bolso, cartera o mochila un frasco familiar de Hepatalgina y diez sobres de Uvasal. Lo primordial es no dejar nada sin probar, y hacerse el exótico en la medida de lo posible. ¿Cerebro de mono en gelatina, à la Indiana Jones? ¡Adentro! ¿Silicona removida de la Cicciolina, ensopada en tuco con albóndigas? ¡Yummy! ¿Uñas de los pies de Fidel con una deliciosa guarnición de rulitos cubanos y relleno de maraca? ¡Qué exquisitez! Y similares.

3. Pasearse de stand en stand, haciéndose el cosmopolita y explicándole a tu mujer la historia de cada país, como la leíste en tu libro de cuarto año de la secundaria. Quedar mal cuando la persona nativa te corrige. Irte del stand diciendo "estos
chilenos/cubanos/italianos toscos, ¡¿venir a explicarme a MI?!".

4. Marcar en el mapa que te dan en la entrada los cuatro stands autorizados a vender cerveza. Pivotear entre ellos durante toda la tarde, amenizando el trago con pequeños mordiscos a las degustaciones, que saben más ricas porque son gratis (ver objetivo nro. 1). No olvidar pasar hasta cinco veces por cada degustadora, preguntando qué estás probando cada vez, tomándola de boluda para que te siga alimentando sin pagar.

5. Pararte en el centro del predio frente al escenario, y emular cada danza típica como si la hubieras bailado toda la vida. Es importante mirar siempre al frente, para no perder el paso y para no ver la cara de la gente a tu alrededor, que está diciendo con los labios "¡Pero qué tipo pelotudo!". Al finalizar, dirigirte al stand cervecero más próximo, cumpliendo el objetivo nro. 4.

Pondría fotos, pero hace rato que este blog está en contra de la imagen como suplantación de la palabra escrita (?).

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