sábado, agosto 13, 2005
Revelation
Le pegó en el medio del cerebro, como un rayo láser apuntado finamente, preciso, concreto, blanco y cegador. Una delgada línea mortífera, de inconmensurable potencia. Crispó la mano que se sostenía de la argolla del subte, a la altura de la estación Carlos Gardel, mientras sus ojos se cerraban, futilmente, tratando de
disminuir el dolor in crescendo.
Repentinamente los abrió, creyendo que así lograría filtrar algo de realidad dentro de su mente, distrayendo al contraído y batiente amasijo de seso y conexiones nerviosas interrumpidas que era su cabeza; como si la visión de un túnel oscuro, de un viejo trajeado leyendo La Nación, fuera a lavar un poco de la abarcativa
luminosidad, de la luz que lo lastimaba.
No. No logró ver nada. Todo era blanco, con pequeñas chispas violáceas que se encendían y apagaban flotando, como el polvo atrapado en la rendija de una persiana, una mañana de domingo.
Escuchó una voz algonodosa, lejana, que preguntaba "¿Se siente bien? ¿Se quiere sentar?", y respondió que sí, que las piernas comenzaban a temblarle. Sin embargo, su boca no se movió. Carajos, no puedo hablar. "Ayúdenme, ayúdenme, por favor" pensaba, intentaba articular en medio de un zumbido penetrante y avasallador.
Un escalofrío potente recorrió su espina, desde el coxis hasta la nuca, erizando cuanto pelo y carne encontró. Cuando llegó, en su cénit, hasta la coronilla -casi como en esos juegos de feria yanqui, en los que uno pega con un martillo en una base y el disco intenta llegar hasta lo más alto- la blancura se apagó en un solo ramalazo de luz, y el cuerpo se aflojó.
El zumbido se calló. Las piernas dejaron de temblar, las manos de sudar. La inexorabilidad de la epifanía lo había dejado sin fuerzas.
No podía seguir haciéndose tanto problema cada vez que recordaba haber dejado abierta la llave de gas en su casa.
Tonight's song: Mary Poppins y el deshollinador - Fabiana Cantilo, versión de "Inconsciente Colectivo" (altamente recomendable). Best served with: escuchen ese disco, está booooeno.
disminuir el dolor in crescendo.
Repentinamente los abrió, creyendo que así lograría filtrar algo de realidad dentro de su mente, distrayendo al contraído y batiente amasijo de seso y conexiones nerviosas interrumpidas que era su cabeza; como si la visión de un túnel oscuro, de un viejo trajeado leyendo La Nación, fuera a lavar un poco de la abarcativa
luminosidad, de la luz que lo lastimaba.
No. No logró ver nada. Todo era blanco, con pequeñas chispas violáceas que se encendían y apagaban flotando, como el polvo atrapado en la rendija de una persiana, una mañana de domingo.
Escuchó una voz algonodosa, lejana, que preguntaba "¿Se siente bien? ¿Se quiere sentar?", y respondió que sí, que las piernas comenzaban a temblarle. Sin embargo, su boca no se movió. Carajos, no puedo hablar. "Ayúdenme, ayúdenme, por favor" pensaba, intentaba articular en medio de un zumbido penetrante y avasallador.
Un escalofrío potente recorrió su espina, desde el coxis hasta la nuca, erizando cuanto pelo y carne encontró. Cuando llegó, en su cénit, hasta la coronilla -casi como en esos juegos de feria yanqui, en los que uno pega con un martillo en una base y el disco intenta llegar hasta lo más alto- la blancura se apagó en un solo ramalazo de luz, y el cuerpo se aflojó.
El zumbido se calló. Las piernas dejaron de temblar, las manos de sudar. La inexorabilidad de la epifanía lo había dejado sin fuerzas.
No podía seguir haciéndose tanto problema cada vez que recordaba haber dejado abierta la llave de gas en su casa.
Tonight's song: Mary Poppins y el deshollinador - Fabiana Cantilo, versión de "Inconsciente Colectivo" (altamente recomendable). Best served with: escuchen ese disco, está booooeno.