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lunes, noviembre 22, 2004

Felicitud 

Que, por supuesto, no existe en forma completa y cabal. Que me rehuye sistemáticamente, como si fuéramos dos polos que se repelen ad infinitum. Que cuando todo iba relativamente sobre ruedas, una se cuelgue pensando en esa persona en la que no debería, mientras enjuaga el último plato y se dispone a tipear racionales para un trabajo que no tiene coherencia.

Y todo para qué. Para no fallarles a los genes, que la empujan a dedicarle tiempo cerebral al bad guy, al que te hizo sufrir como una maldita condenada buena parte del año. Y una busca y rebusca en los archivos, y el círculo vuelve a empezar, porque los dos teníamos problemas pero éramos demasiado superados como para contárnoslos.

Entonces, claro, conversaciones glamorosas de perfectos irónicos, de perfectos desconocidos. Palos infundados, latigazos gratuitos y peleas. Peleas. Yo era la pendeja, él era el niño grande con ínfulas. Ay, con lo que me gusta discutir.

Es por eso, claro. La faceta belicosa se me antoja más cómoda que la dulce, toda la vida. Y el desafío, también. La constante cuerda floja en la que hacía caminar a mi ego. Good times.

Porque es así. O me das un easy going guy con el que yo pueda dejar de pensar en mis complicaciones, o me das un manojo de problemas inventados -o no tanto- para que trate de resolverlos. Ahh, el desafío.

La faceta de justiciera pragmática también me queda cómoda. Nada mejor que aconsejar a los demás cómo vivir la vida, as long as the counselor no tenga idea cómo resolver la suya.

Y mientras hago tiempo para esperarlo en el patio, prendo un pucho y pienso que no lo merezco. Este chico es tan bueno que no merece que juegue con su mente. Prefiero un perverso que juegue con la mía, right?

Tonight's song: Nice guys finish last - Green Day. Best served with: las nefastas implicancias de ser una inconformista de mierda, una apresurada de cuarta, una negada a la completud de la felicidad.

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