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sábado, abril 03, 2004

Hermafrodita 

Desde que era chiquito, toda su vida transcurrió entre algodones embebidos en agua de violetas. Siempre un deporte, siempre un idioma. No podía ser, no podía transcurrir, discurrir en el tiempo sin ocupaciones que rimbombaran en el tímpano de los allegados.
Siempre el tenedor de la derecha y el cuchillo de la izquierda, apuntando el filo hacia el plato. Terminaste? Cinco y veinticinco o seis y media. No terminaste? Cruzalos, con el filo siempre hacia adentro. La espalda recta. La servilleta en el regazo. El dedo meñique pegado con cinta scotch, dos libros bajo los brazos para que no aleteara en la mesa.
A las diez en la cama. Nada de televisión. Para dormirse empezaba un libro. Uno de esos. Cualquiera que tuviera en la repisa, de esos de la colección Robin Hood. Ah, esos sí que son grandes clásicos para niños. ¿Qué es lo que no entendés? Agarrá el diccionario que no muerde. No, no tenían tiempo de leerle. O de cantarle una nana tonta que sólo serviría para mecerlo con la voz que más conocía.
Todas las tardes obligada siesta después de comer. Si lo venían a buscar para salir a jugar, que le digan a Pablo que está estudiando, que tiene cosas más importantes que hacer.
¿Se sacaba un nueve? Podrías haberlo hecho mejor. ¿Se sacaba un diez? Es tu obligación, para algo pago la cuota. ¿Salía mejor compañero? ¿Mejor alumno? ¿Mejor jugador del equipo de voley? Vamos a ver cuánto te dura.

¿Por qué vivís con cara de culo?

Tonight's song: Danses gotiques - Erik Satie. Best served with: flotar entre la gente, sin que nadie te vea.

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