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jueves, agosto 21, 2003

Chao de estrelas (*) 

Llanto contenido, en el medio de un mar azul profundo y calmo como un barril de aceite espeso, de melaza condensada. La barcaza yace a oscuras, las redes descansan vacías. La luna en el horizonte se refleja en esa lágrima, rodando por una barba ya salada. El anillo se desliza desganado de esa mano casi muerta, se entierra y desaparece en la oscuridad del lecho acuoso. Las ondas que deja el recuerdo del anillo traen a su vez otros recuerdos, reflejándose en ese brillo lunar, tan frío y tan húmedo.
Y ve su casa en la bahía, que se yergue pequeña pero imponente. Ve los pescados coloridos asándose en las brasas, siseando sabores. El viento mueve las caracolas dispuestas como largos cabellos en el alféizar del gran ventanal. Esas caracolas, ahora silenciosas, que recogieron en interminables caminatas al atardecer.
El ondular de las cortinas de lino semejan su breve vestido, acariciando su cuerpo torneado y cálido. Sonrisa amplia y blanca, piel suave y morena, arena finita y tibia. Caderas imponentes y muslos atrapantes. La miel chorrea, dorada, sobre la dorada piel de su menton, sobre sus rojos labios. Los dulces se confunden. El los bebe todos.
Las palmeras susurran secretos, el mar arulla bajito. La fragancia de su cabellera es una rara mezcla de sal y azucar, de canela y vainilla, de pimienta y almizcle. Y ahi el se siente a salvo. Ella es su mar, su barca, su tranquilidad, su paz.

* Mas disfrutable si lo lees escuchando "Chao de estrelas" de Baden Powell.

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