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martes, mayo 24, 2005

Viejaperra 

En el jardín de pasto crecido, bajo la higuera, la vieja perra se lame el codo derecho con desesperación. Se lo deja en carne viva, traga sus propios pelos, sorbe su propia sangre.
En la cocina fría, húmeda, de olor a bife perpetuo, la vieja señora pasea su lengua por las desdentadas encías. Juguetea exhaustivamente con las dos llagas que le han salido, sólo Dios sabe a causa de qué, hasta que las revienta y un regusto amargo, de pus añejo, le inunda la boca.
Suena un leve golpe en la puerta. Ambas, la vieja perra y la vieja señora, levantan las cabezas desgreñadas con atención. Inmediatamente desestiman la posibilidad de una visita, argumentándose a sí mismas, una más racionalmente que la otra, que debe ser el mosquitero contra la madera.
Un segundo golpe, emulando una melodía identificable, las arranca de sus autodestructivas ocupaciones y las pone en estado de alerta. La perra se levanta, cansinamente, y atraviesa la puerta desvencijada del fondo, para terminar frotándose contra las nudosas várices de su ama.
Ella tantea el borde de la mecedora agujereada, buscando el bastón en la oscuridad de sus ojos opacos. Ahí está, suave y liso, gastado por el uso, la pintura blanca permanece sólo en la parte media, donde su mano o el piso no alcanzan.
El golpe se repite, esta vez imperioso, demandante. La vieja y la perra, en la comunión efímera que celebra el desconcierto cuando es totalmente compartido, se
aproximan al origen del ruido: desde la cocina, cuatro pasos derechos y un paso hacia la izquierda.
Las dos huelen a través de la madera un efluvio de cuero y sudor rancio, y el fermento de vino en una boca sucia. La vieja pone la cadena en el pasador y asoma la cabeza, oteando sin mirar el horizonte. Pregunta quién es, qué quiere. No hay respuesta audible, salvo por manos que revuelven ropa, el chirrido del cuero contra el cuero, y un metal que choca en la hebilla del cinturón de alguien.
Un clic seco, automático; un ensordecedor disparo y el gemido lastimero de la perra se suceden casi al mismo tiempo; agarrotando las manos de la vieja en un histérico espasmo de terror.
Un caño frío le besa la boca arrugada, mientras una voz grave y envolvente la conmina a abrir la puerta. Sin pensar en nada, la vieja cierra para quitar la cadena, pero tarda dos segundos más de lo establecido en el manual de impunidades. Un segundo clic le anticipa el agrio final. Cerrando los ojos, ennegreciendo la oscuridad, tratando de escapar de ese punto en el espacio y el tiempo, recibe con viscosa humedad la bala que, rápida y letalmente, le horada el cerebro.

Y de repente, la luz.

Tonight's song: Dying Inside - The Cranberries. Best served with: sudden freedom. Seh, ya sé, estoy monotemática y densa. Ya vendrán tiempos distintos.

miércoles, mayo 18, 2005

El olor del dolor. 

El olor a desinfectante siempre había tenido un color celeste lavado, y un sonido algodonoso, atenuado, de pasos y pequeñas ruedas chirriantes, como de carrito de supermercado sobre una superficie de linóleo gastado.
El olor se personificaba en un rodete tirante, con algunas motas de caspa y tres o cuatro hebras plateadas; con una frente que empezaba demasiado tarde, con pequeños cabellos recién nacidos que se negaban a seguir la corriente.
El olor se hacía carne en un lacerante latido del brazo derecho, escarbado hasta el cansancio y hasta el hartazgo inmovilizado, en la temblorosa espera de un aséptico aguijón.
Según ella, fue el olor a desinfectante, y no otra cosa, lo que hizo que su otrora ondulada y salvaje cabellera mermara instantáneamente, como si al levantarse de la cama se hubiera dejado la peluca olvidada en la almohada.
Fue el culpable de su repentina liviandad de pajarito de huecos huesos, de su estómago caprichoso que, acostumbrado a que el brazo recibiera el alimento, se declaraba en huelga. El olor que, en una ráfaga, rozó su cara y la volvió dura, inflamada, babeante, incontrolable. Que, al meterse por sus ojos, le colocó las orejeras invisibles más sólidas.

Lo último que pensó antes de dormirse fue un pedido al dios del sueño: que jamás la dejara despertar, porque ya no soportaba el olor.

Tonight's song: Bones - Radiohead. Best served with: no more pain.

miércoles, mayo 11, 2005

Diagnóstico 

Es casi como aquella metáfora tan trillada, eso de cargar la mochila en la espalda, la cruz de Cristo, el mundo sobre los hombros, pero no, tampoco es tan así. Más bien, es como que por las venas te circule plomo líquido, que el peso sea interno, que no te lo puedas sacar ni haciéndote un recambio de sangre à la Keith Richards.
Que cada mililitro de tus humores acerados, grisáceos, esté formado por un pequeño secreto, de esos que tenemos todos.
El problema se suscita cuando los secretos son tan grandes, tan inconfesables, tan degradantes que se te forman coágulos, esferas plomizas del tamaño de puños, que te van pegando en el corazón ya cansado de tanto peso innecesario.
Ahí es cuando cada paso que das se transforma en un esfuerzo hercúleo, cuando levantarte de la cama se vuelve una opción lejanísima, dejás la ducha diaria y el cepillo de dientes en la lista de espera de cosas que hace la gente más normal.
Y mientras los ventrículos se tapan y las aurículas se ensanchan, desgarradas; el cuerpo se va intoxicando, la septicemia anímica empieza a corroerte, a deshilacharte a dentelladas, y ya es demasiado tarde para cualquier suero.

"Altos niveles de plomo en sangre" fue el diagnóstico oficial. "Demasiados secretos guardados" me confirmó el doctor cuando estuvimos solos en la habitación. Una de tantas enfermedades terminales que debería terminar conmigo de una buena vez.

Tonight's song: Mi enfermedad - Fabiana Cantilo. Best served with: eutanasia.

martes, mayo 03, 2005

Clasificados Amorfos 

Siguiendo con la línea de este blog, que es la carencia de la misma, he de dejar asentados un par de mensajes que harán las delicias de ustedes, benditos proveedores, divinos paliativos de mis necesidades:

1. Se apreciará que envíen un mensaje de correo electrónico al apartado postal que ya conocen (y si no lo conocen, porque les da paja eso de leer la columna de links y botones bonitos, se los digo: marucuturu@hotmail.com) si es que saben de algún sucucho monoambiente en Capital Federal, susceptible de ser alquilado por esta, su fiel servidora. Sé que hay bardo con este tema, veo el noticiero, me aburro con Santo, pero bueh, ya es hora de darle alguna utilidad a esta paginola de cuarta.

2. Lalita, o Evangelina Rodríguez Fauve, para los menos amigos, está en la búsqueda salvaje de trabajo. Siendo una muchacha altamente capacitada, estudiante avanzada de Diseño de Imagen y Sonido en la UBA, muy despierta, con todas las pilas y una creatividad mental y operativa sin precedentes, más una personalidad maravillosa y un pelo difícil de dominar; espero que prontamente consiga, como tiene que ser. De todas maneras, y para sentirme un poco más útil con la sociedad, les digo que está disponible, y por poco tiempo. Llame ya y dígame:
a) Hola, Mariana??? Ayy Mariana, qué felicidad, siempre te leo, sos mi ídola, me encanta tu blog, sos la diva de la Internet.
b) Tengo un trabajo en producción audiovisual para Lalita, esta chica salvaría mi negocio, me viene al pelo, necesito una muchacha de confianza que me saque las papas del fuego y les ponga sal, listas para el consumo.

Así que ya saben. Si algún alma caritativa y dadivosa siente que puede ayudarme con alguno de estos menesteres, siéntase libre de comunicarse al 0800 mariananotenésvergüenza (se les va a complicar encontrar la "é" y la "ü" en su teléfono, así que mejor me mandan un mail).

Por su atención, muchas gracias.

Tonight's song: Redemption Song - Lauryn Hill. Best served with: potential independence, both habitacional y laboral.

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